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viernes, 24 de abril de 2009

Pierce, la imaginación, los hábitos. Psicología Laboral.

Para todas y todos los estudiantes de Sexto de Laboral, un saludo cordial (salió en verso)

Buscando material en la Web, encontré el portal RAZÓN Y PALABRA, (http://www.razonypalabra.org.mx) leí un artículo interesante de Sara F. Barrena: Los hábitos y el crecimiento: una perspectiva Peirceana.

Aquí, únicamente he trascrito pocos párrafos. El contenido total lo puedes tener entrando a la dirección; de todos modos te envío a tu correo el artículo al que he hecho modificaciones para que sea más fácil para ti.

-Los hábitos son para Peirce disposiciones a actuar de un modo concreto bajo determinadas circunstancias. Alrededor de 1902, define el hábito como “una ley general de acción, tal que en una cierta clase general de ocasión un hombre será más o menos apto para actuar de una cierta manera general”; en otra ocasión Peirce define el hábito como “un principio general que actúa en la naturaleza del hombre para determinar cómo actuará”. Esos principios generales influyen en el modo de actuar del hombre, y a la vez se forman a través de esa actividad:
En cualquier caso, después de algunos preliminares, la actividad toma la forma de experimentación en el mundo interno; y la conclusión (si se llega a una conclusión definida), es que bajo unas condiciones dadas, el intérprete habrá formado el hábito de actuar de una manera dada cuando sea que necesite una clase dada de resultado. La conclusión lógica, real y viva es ese hábito.

Para Peirce todo es signo en cuanto que todo puede mediar y llevar ante la mente una idea, todo aparece como capaz de manifestar algo para un tercero. También el pensamiento, la subjetividad, es signo. El pensamiento es para él un proceso de interpretación de signos, el hombre aparece como un caso de semiosis y la realidad de la mente es un signo. Peirce escribe: “El hecho de que cada pensamiento es un signo, tomado en conjunción con el hecho de que la vida es una sucesión de pensamiento, prueba que el hombre es un signo”.
Peirce define el signo del siguiente modo: “Un signo o representamen es algo que está por algo para alguien en algún aspecto o capacidad. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o quizás un signo más desarrollado”. Es decir, el signo tiene una estructura irreductiblemente triádica, se caracteriza por su apertura.
De la consideración de la subjetividad humana como un caso de semiosis se va a derivar por tanto la característica que a mi juicio es central en la subjetividad entendida desde un punto de vista peirceano: la apertura. Si por definición el signo está abierto, supone una relación, una mediación, y la subjetividad es signo, esto quiere decir que el sujeto humano se caracteriza precisamente por su apertura, por su capacidad de relación, por su capacidad de estar en comunicación con otros, en relación con el mundo. El sujeto humano no es algo clausurado en sí mismo, sino que la relación con otros yoes es constitutiva de su identidad. El “YO” no es una esfera privada sino un agente comunicativo.


-En 1893 Peirce reivindica la imaginación del siguiente modo
:
La gente que construye castillos en el aire, en su mayor parte, no logra mucho, es verdad; pero todo hombre que logra grandes cosas elabora castillos en el aire y después los copia penosamente sobre el suelo firme. En efecto, el raciocinio completo y todo lo que nos hace seres intelectuales, se desempeña en la imaginación. Los hombres vigorosos suelen despreciar la mera imaginación; y en eso tendrían bastante razón si hubiera tal cosa. No importa qué sentimos; la cuestión es qué haremos. Pero ese sentimiento que está subordinado a la acción y a la inteligencia de la acción es igualmente importante; y toda la vida interior está más o menos así subordinada. La mera imaginación sería en efecto insignificante; sólo que la imaginación no es mera. ‘Más que por lo que está bajo tu custodia, vela por tu fantasía’, dijo Salomón, ‘porque de ella salen los asuntos de la vida’.
Peirce pone así de manifiesto el papel central de la imaginación para la vida del hombre, deja claro en este texto que no hay “mera imaginación”, con ello quiere decir que la imaginación no es una facultad separada que de vez en cuando utilizamos para nuestras fantasías, sino que la imaginación nos permite llegar a explicar la realidad y a desentrañar sus leyes. “Cuando un hombre desea ardientemente conocer la verdad, su primer esfuerzo será imaginar cuál puede ser la verdad. (...) No hay nada que pueda proporcionarle nunca una insinuación de la verdad más que la imaginación”. Los científicos --dice Peirce-- sueñan explicaciones y leyes. La actividad de la imaginación permite que surjan nuevas hipótesis, que se generen nuevos significados. Permite ordenar la propia experiencia y afrontar nuestras relaciones comunicativas con los demás, nos abre posibilidades y permite que nos pongamos en el lugar del otro, que salgamos así de nosotros mismos, esto es, permite realizar la apertura propia de la personalidad humana.

Cada persona vive en un doble mundo, el interior y el exterior, el de las percepciones y el de las fantasías. Tan decisivo es uno como el otro. De hecho la experiencia exterior no podría adquirir un sentido sin ese mundo interior de las fantasías. La combinación de esos dos mundos da lugar a la formación de los hábitos: el hombre adivina cómo es posible que sean las incursiones del mundo exterior en el interior, y excluye de él cada idea que puede que se vea perturbada. En lugar de esperar a que la experiencia venga en momentos desfavorables, dice Peirce, el hombre la provoca cuando no puede hacer daño ni por tanto cambiar el gobierno de su mundo interior. Regula esa influencia de los dos mundos que resulta en la formación de hábitos, a veces adquiridos sin ninguna reacción previa y externa, pero que influirán decisivamente en el mundo exterior. Para adquirir hábitos es preciso una repetición de acciones, “practicar reiteraciones de la clase deseada de conducta” que creen la tendencia, pero, señala Peirce, las reiteraciones en el mundo interior –imaginadas— producen hábitos igual que las reiteraciones en el mundo exterior.

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1.- los hábitos.
2.- la imaginación y
3.- la subjetividad.

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Maguita.