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sábado, 15 de noviembre de 2008

CODIFICACIÓN Y DESCODIFICACIÓN AUDITIVA.

Estudiantes de Psicología Educativa.
Un buen día y los deseos de éxito, tanto personales como estudiantiles.

A partir de la experiencia que hicieron con las grabaciones y sus respectivas transcripciones, quedaron en ustedes grandes interrogantes.
Uno de ellos, es precisamente, ¿cómo se produce el proceso de codificación y descodificación de los fonemas? (y sus combinaciones) en los procesos cotidianos del uso de la lengua.
La descodificación del mensaje puede parecernos un proceso muy sencillo: oímos los sonidos tal como se pronuncian; hay una relación directa entre el estímulo y la percepción, de modo que asignamos directamente la información semántica a la señal acústica. Sin embargo, ciertas experiencias de nuestra vida cotidiana pueden hacernos ver algunas de las dificultades inherentes a esa operación: ante una lengua desconocida y lejana ¿dónde se establecen las fronteras entrepalabras? ¿Qué nos indican las pausas? ¿Qué características de ese continuo que llega a nuestros
oídos son particulares del locutor, y cuáles son generales? ¿Cuáles están ligadas a ese hecho concreto de habla, y cambiarían ante un ritmo más lento, o ante una situación diferente?
Realmente, no estamos ante una simple traslación, sino ante una actividad compleja, tanto desde el punto de vista fisiológico (la onda sonora ha de pasar del aire a un medio líquido, para luego convertirse en estimulación eléctrica) como cognitivo (implica la toma de decisiones, la comparación entre una señal entrante y otras almacenadas en la memoria).
El receptor, al que tradicionalmente se asignaba un papel pasivo -tan acorde con ese término- tiene que participar activamente en el proceso, extrayendo unidades de un continuo fónico. Para lograrlo,dispone de datos provenientes de la señal, tanto de sus características intrínsecas como del contexto, al que tiene que atender, puesto que el significado de la señal varía según los valores de elementos vecinos. Pero también utiliza información previa, independiente de la señal, almacenada
en su memoria, de carácter lingüístico, y también enciclopédico (su conocimiento del mundo).
Todo ello le permite generar expectativas sobre el mensaje, anticiparse a él, completarlo,compensar los ruidos -en un sentido amplio- que puedan haberla distorsionado.
En su origen, en los años 50, las investigaciones en percepción del habla tomaron como punto de partida la hipótesis de la relación directa entre señal acústica y fonema. Los estudios iniciados en los laboratorios Bell y en los laboratorios Haskins (en ambos casos con fines aplicados) tenían como meta identificar los rasgos invariables que caracterizaban a cada uno de los fonemas. Para conseguirlo, Delattre, Liberman y Cooper utilizaron como metodología el habla sintética,
comenzando por secuencias oclusiva-vocal. Pronto se dieron cuenta de que la tarea no sería nada fácil: no había nada en el espectro de /p/ que claramente lo diferenciara de /t/ o /k/; para colmo, el mismo estímulo (una banda de ruido) podía ser identificado como unidades diferentes según la vocal que le siguiera ([pi], [ka], [pu]); los efectos del contexto y la coarticulación, dieron lugar a la teoría del locus (Quilis, 1999: 208-211). Esa “inmensa diferencia entre la señal física acústica, por un lado, y el mundo perceptivo-cognitivo, por otro” (Handel, 1993: 265) llevó a Liberman a considerar invariable no la onda sonora, sino los movimientos articulatorios que la generaron: de ahí surgió la teoría motora de la percepción del habla. Otros buscaron la invariabilidad en los niveles superiores de procesamiento de la señal: en el cerebro.
El oyente que intenta comprender un mensaje lingüístico ha de realizar, fundamentalmente, tres tipos de tareas: en primer lugar, la segmentación, dividir el continuo sonoro en unidades discretas.
Para conseguirlo parece imprescindible acumular una serie de conocimientos sobre la organización segmental y suprasegmental de la propia lengua, algo que en el niño sucede a lo largo del primer año de vida, a pesar de que el habla dirigida a él apenas contiene un 20% de emisiones aisladas.
Más aún: el niño ha de almacenar un patrón de sonidos que le permita reconocer las unidades en diferentes contextos, admitiendo al mismo tiempo el grado de variabilidad necesario para seguir identificando la unidad a pesar de ser emitida por diferentes hablantes, a diferentes velocidades, o con distintas entonaciones: es la normalización.
E igualmente importante es llegar a agrupar esos elementos aislados (que no coinciden con el fonema del adulto, sino que son unidades más amplias) en sintagmas y oraciones: la agrupación.
Todo ello sucede en tres etapas sucesivas. La primera fase de la descodificación es la conversión de
la onda sonora del habla en modelos de activación de las fibras del nervio auditivo: se trata de un mecanismo pasivo y automático (no interviene en él la voluntad del sujeto), bastante conocido en la actualidad, que nos permite discriminar sonidos: la audición.
En un segundo momento, esas representaciones neurológicas son convertidas en unidades lingüísticas, son segmentadas, clasificadas y categorizadas por el sistema nervioso central del sujeto, que toma un papel activo: es la percepción. Los mecanismos mediante los cuales se llevan a cabo estas operaciones se conocen mucho menos: desde un punto de vista psicolingüístico se habla de procesos (Belinchón, Rivière e Igoa, 1992; Berko y Bernstein, 1999); desde un punto de vista neuropsicolingüístico se habla de activación de áreas cerebrales (Caplan, Manning...).
El último paso concierne a la interpretación de los mensajes, a la asignación de contenido gramatical, semántico y conceptual: se trata de la comprensión que tiene lugar, según una visión clásica, en el eje “vertical”: flujo de-abajo-a-arriba (los que parten de la señal, y van extrayendo y abstrayendo información que se transmite hacia niveles superiores) o de-arriba-abajo (restricciones gramaticales y de significado, estrategias de anticipación, de reposición de la señal, etc., muy
ligadas a procesos atencionales, cuyo fin es optimizar la descodificación de la señal).
En propuestas más recientes, como los modelos conexionistas, se concibe la comprensión como un fenómeno múltiple, en el que los distintos niveles interactúan simultáneamente en varias direcciones.
La mayoría de los autores aúnan los procesos de comprensión y los de percepción bajo la etiqueta única de percepción, empleada con frecuencia como “archilexema”, en referencia al conjunto de procesos que intervienen en la descodificación.
El mecanismo que nos permite determinar si dos estímulos son iguales o diferentes es puramente auditivo. El proceso mediante el cual identificamos esos estímulos como la vocal [i] o la vocal [e] es perceptivo. La diferencia entre uno y otro es considerable: en el primero priman las características físicas de la señal; en el segundo es necesario el concurso de unos modelos mentales de /i/ y de /e/ que nos permitan tomar una decisión. Bebés con pocos meses de vida son capaces de lo primero, pero tardan uno o dos años en acceder a lo segundo: nacemos, al parecer, con una capacidad general para el lenguaje que nos proporciona los medios necesarios para discriminar los posibles contrastes fonéticos en cualquiera de las lenguas del mundo; desde el nacimiento -incluso antes, durante el periodo prenatal- la experiencia va reduciendo esas posibilidades para limitarlas a las más frecuentes en el entorno del niño, en su lengua materna. De esta manera, a los 8 o 10 meses el bebé pierde sensibilidad para contrastes que detectaba con semanas de vida, pero eran ajenos a la lengua de su entorno, y se van modificando los límites iniciales entre las categorías, para ajustarlos a los estímulos que el niño oye con frecuencia (Jusczyk, 1997): se están construyendo los mecanismos de percepción - que posteriormente darán lugar a los de comprensión- a los que se irán supeditando los de audición.
El mensaje hablado presenta propiedades que dificultan su descodificación, y otras que la facilitan.
Las principales dificultades se relacionan con el concepto de variabilidad: la falta decorrespondencia entre unidades lingüísticas y rasgos físicos de la onda sonora. Sin embargo, otras características, como la redundancia, contribuyen a allanar las tareas que el oyente ha de llevar a cabo para desentrañar el mensaje: segmentación, normalización, etc.

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Hasta la próxima entrega.
Abrazos de Maguita.

Espero tener buenos textos.