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jueves, 5 de junio de 2008

ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE:

Para ustedes estudiantes de Psicología Educativa, una visión enriquecedora desde las palabras de su autor.
Sin un entendimiento ontológico, nos perdemos en lo mecánico de la palabra.
Espero que lo disfruten tanto como yo lo hice.

Tomé de Wikipedia la definición:

La Ontología del Lenguaje es una tesis desarrollada por Fernando Flores recogida por Rafael Echeverría, en su libro "Ontología del Lenguaje" que trata de explicar al ser humano como un ser intrínsecamente lingüístico. Está basado fundamentalmente en trabajos previos desarrollados por Fernando Flores, Humberto Maturana, Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein y John R. Searle.



Dr. Rafael Echeverría

Una nueva concepción sobre el fenómeno humano y su impacto en la enseñanza.



Trataré de darles alguna idea de lo que hemos estado haciendo durante estos últimos años. Es difícil comprimir, resumir, lo que pueda ser más importante, por lo que he escogido algunas cosas que me parecen más fundamentales; esperemos que a partir de ello, lo que pueda plantearles sea de alguna utilidad.


Yo creo que hemos estado siendo partícipes de una transformación muy profunda, quizás de las más profundas que uno pueda concebir, una transformación que pienso pone en cuestión premisas fundamentales que hemos preservado durante cerca de 25 siglos. Sin embargo, ha sido una transformación que está tomando tiempo, que se inició ya hace algunos años, algún tiempo atrás, que no culmina del todo todavía, que no tiene un hito claro que la marque, porque es una caída dentro de Berlín, pero que pienso que va a cambiar por completo la faz de la tierra y la forma como convivimos los seres humanos. Yo creo, que estamos asistiendo a la clausura de un período fundamental de la historia de la humanidad, particularmente de la historia de occidente, lo que yo llamo la clausura del Programa Metafísico.


Para entender lo que digo quiero hacer un poquito de historia, remontarme al siglo VI A. de C., cuando en función de la invención del alfabeto algunos hombres en el mundo griego empiezan a hacerse preguntas sin precedentes, comienzan a inaugurar la forma de encarar el mundo que no era habitual, comienzan a preguntarse por el principio, por los fundamentos de todo lo que existe, de la naturaleza. El primero que se lanza con preguntas insólitas fue Tales de Mileto, de la parte Jónica de Asia Menor del mundo griego, y Tales nos dice: “el principio de todo lo existente es el agua, todo viene del agua, el agua está presente en todo lo que existe”. y comienzan distintos griegos a dar respuestas diferentes. Y en ese dar respuestas distintas se produce súbitamente una gran confrontación. En el lado Oeste del mundo griego surge la respuesta extraña, la respuesta insólita surge Parménides, en el sur de Italia que dice, “el principio de todo lo existente es el ser, el ser es inmutable, el ser no cambia y lo que importa es entender el ser de lo existente, el cambio es una ilusión”. Desde el lado Este de ese mismo mundo griego se escucha otra respuesta, surge la voz de Heráclito que se enfrenta a la respuesta de Parménides y dice: “no señores, lo que es una ilusión es el ser, el fundamento de todo lo existente es el devenir, todo está en cambio constante, todo está en permanente transformación,” equipara a ese cambio con la imagen del fuego. Heráclito para nosotros es uno de los grandes sabios del mundo antiguo, contemporáneo de Buda, de Confusio, es el gran sabio occidental, nos dice: “el principio de todo lo existente es el logos”. En la época de Heráclito el logos significaba fundamentalmente el lenguaje, después se da una connotación distinta. Dice Heráclito: “el lenguaje es lo que transforma el caos, es lo que da el sentido”.


Los demás filósofos se preocupaban fundamentalmente de preguntarse por la raíz de todo lo existente en la naturaleza, del mundo exterior, Heráclito da un salto, nos confiesa que no solamente se ha preocupado por el principio fundamental de todo lo existente en la naturaleza, sino que ha indagado en su propia naturaleza y descubre cosas insólitas, entre ellas nos dice que nuestro carácter es nuestro destino, que los seres humanos tenemos la vida que corresponde a la forma de ser de cada uno, el destino está definido por nosotros mismos y al indagar en esta búsqueda de la naturaleza propia se sitúa en una respuesta fundamental de la que somos parte, la pregunta: cómo somos los seres humanos, qué nos caracteriza, por qué somos como somos, por qué nos diferenciamos de otros seres, qué es lo característico, esa confrontación queda así planteada y de alguna forma desarrollos posteriores tienden a desperfilarla.


En ese momento surge un personaje muy particular, de Atenas, en el corazón del mundo griego: Sócrates, que busca lo fundamental, entender lo que es el bien de bien, lo que es vivir de una manera adecuada para los seres humanos; es el primer filósofo de la vida, a los anteriores, la vida nos les interesaba mayormente, y cuando inaugura el camino que va a marcar de manera decisiva la historia de la humanidad, Sócrates tiene que escoger un camino, el camino de Parménides o el camino de Heráclito, y Sócrates escoge el camino de Parménides y, por lo tanto, comienza un conjunto de enseñanzas importante donde la noción del ser está en el centro. Hace varias aportes más, en ese ser busca las ideas abstractas universales que dan cuenta de él. Se compromete con la búsqueda de la verdad, revindica el pensamiento racional, sin embargo, será un discípulo de Sócrates: Platón quien va en lo fundamental a inaugurar lo que llamamos el Programa Metafísico, no lo inaugura Sócrates, lo inaugura Platón, que define los soportes fundamentales de la forma como hemos vivido en el mundo occidental.


Para Platón lo más importante, no es tanto el arte de la vida, es el conocimiento, es la razón, es la búsqueda de las ideas que constituyen para él la raíz de todo lo que existe y Platón inaugura la metafísica que será luego desarrollada por sus propios discípulos.


Aristóteles y la Metafísica, él plantea sus tres pilares: la noción de ser, la noción de verdad y la definición del ser humano como un ser racional, inaugura la Metafísica. Y si uno los lee, y se pregunta no solamente qué dicen. Si uno lee, por ejemplo, la Metafísica de Aristóteles y se pregunta no tanto qué se dice allí, sino contra quién está dicho lo que se dice allí, uno se da cuenta que está fundamentalmente escrita para demostrar que Heráclito estaba equivocado. Heráclito y los Sofistas, (de los Sofistas no tenemos tiempo de hablar ahora). La Metafísica busca mostrar que el camino de Heráclito es un camino errado, inadecuado y desde entonces, progresivamente ese Programa de Platón y Aristóteles comienza a conformar una forma particular de concebir al ser humano, la pregunta es: cómo somos fundamental y esencialmente, cuál es el ser que portamos, el eje central es: “somos seres racionales”. El lenguaje premisa fundamental de Heráclito es secundario, es la forma, es el instrumento, a través del cual el pensamiento, la razón, el conocimiento se manifiesta, se expresa, lo importante es la razón no el lenguaje, las demás dimensiones del ser humano, las emocionalidades, la corporalidad son despreciadas porque nos vinculan a otra dimensión más animal, por lo tanto menos humana, como si lo humano no influyera en la dimensión animal de la que somos portadores.


El Programa Metafísico tiene un poder inmenso, 24 siglos, en que muchos siguieron sus postulados, siguieron sus premisas. Pero, ya, en el siglo XIX, surge un ser muy particular, un filósofo mal interpretado, fuertemente tergiversado, él es consciente que está diciendo algo que sus contemporáneos no pueden entender, que se declara ser un filósofo póstumo, “a mí se me va a entender mucho después que yo muera, no les pido que sea entendido ahora”. En rigor no era un filósofo, era un especialista del lenguaje, era un filólogo, su especialidad eran las lenguas antiguas y por eso a partir de ella se conecta con el mundo griego y se da cuenta que ha llegado un nuevo momento en la historia de la humanidad, un nuevo Sócrates, un nuevo filósofo de la vida que se plantee el desafío que se planteó Sócrates, pero que esta vez no siga la senda de Parménides, sino que recupere el camino abandonado de Heráclito. Lo que yo hago se inscribe en la senda de este genial ermitaño que es Federico Nietzsche.


Cuesta mucho entender a Nietzsche, porque de partida dice muchas barbaridades, hay que saber perdonarlo muchas veces, para captar lo importante que es. Nietzsche nos dice: “lo más importante no es la pregunta por el ser de Parménides, lo importante es participar en la transformación de cada uno, no somos un ser dado, ni inmutable, somos seres en permanente transformación, donde cada cosa que hacemos nos limita, nos cambia, nos lleva a ser distintos y de eso hay que hacerse responsable porque podemos participar de este proceso, en el acto sagrado de nuestra propia creación”.


“La verdad, dice Nietzsche, es un recurso que hemos inventado, pero en rigor sólo tenemos interpretaciones, interpretaciones que cambian con el tiempo como todo cambia. Incluso las respuestas que teníamos hechas, luego, descubrimos que eran insuficientes, que tenían errores”. Vivimos en mundos interpretativos y eso es una cosa importante porque sobre todo lo que dice Nietzsche, al poner en cuestión la noción de verdad, lo más importante no es que estamos postulando una tesis epistemológica sobre el conocimiento, estamos inaugurando una ética de la convivencia humana distinta. Porque el que se cree poseedor de la verdad tiende a despreciar al que piensa distinto, tiende a descalificarlo, tiende a invalidarlo y solamente cuando sospechamos que ninguno en este mundo es poseedor de la verdad, podemos tratarnos, mirarnos a la cara y convivir juntos desde el respeto.


Lo que Nietzsche procuró hacer, tanto como lo que hizo Sócrates es fundamentalmente una gran revolución en el dominio de la ética, en el sentido de la vida y de la convivencia humana, Nietzsche abre una senda importante, senda en la cual acontecen muchas cosas, senda en la cual se inscriben, por ejemplo, el pensamiento de un filósofo alemán: Heidegger (1889-1976) muy discutido a veces con fundamento, pero que tiene el gran mérito de decirnos, tenemos que replantearnos la pregunta que hemos dado por contestada durante muchos siglos, de cómo somos los seres humanos y a esa pregunta Heidegger la llama la pregunta ontológica. Heidegger sospecha ya cuando había dicho Nietzsche, lo había insinuado que el elemento central de la respuesta que hay que dar es el lenguaje.


El lenguaje dice Heidegger, “es la morada del ser”. Para el ser humano el lenguaje es central para entender cómo somos y, sin embargo, no logra una profundización mayor sobre el tema, sobre el lenguaje. Y sí, de otra parte, por otra gente que viene de otros lados que de repente comienza a sospechar que no solamente nos ha dado una respuesta insuficiente a la pregunta cómo somos los seres humanos, sino que hemos mal interpretado radicalmente el lenguaje, que somos herederos de lo que yo llamo de una visión contable del lenguaje. El lenguaje es básicamente un instrumento, un medio de expresión, de transmisión, de comunicación que nos permite dar cuenta, por eso decimos que es contable de lo que yo percibo, de lo que yo pienso, de lo que yo siento, pero que el lenguaje deja la realidad incólume, tal cual ella es, da cuenta de ella, la registra y la expresa y la transmite.


Es en Inglaterra, al comienzo de la década de los 50, que se inicia un movimiento importante en la Filosofía y que se va a conocer como la emergencia de la Filosofía del Lenguaje, donde justamente comienza a sospecharse que esa visión del lenguaje es estrecha, es cerrada, que yo cuando hablo no solamente describo pasivamente lo que allí existe, sino que cuando yo hablo tengo la posibilidad de transformar con mi palabra la verdad, que la palabra tiene un poder mágico transformador que habíamos desconocido ¿lo habíamos desconocido siempre?, yo creo que no, tenemos distintos indicios, que la cultura antigua egipcia se valoraba el papel de la palabra, sabemos que la expresión, del arameo, el hebreo antiguo que se usaba en Judea, la tierra de los profetas, que sabían el poder de la palabra, que decía “avara ha d’avara” creo mientras hablo, la palabra transforma. Y yo sospecho que esa expresión “avara ha d’avara” nos volvió de otra forma, luego del cautiverio de judíos en Babilonia de 586 a 518 A. De C. fue tomada por los persas y la expresión persa: “abracadabra”, que te abre puertas, que te abre posibilidades, que redefine lo que es posible, es una expresión de esa original expresión arameo, “avara ha d’avara”.


Lo sabíamos, en la tradición hebrea cristiana, está planteado con tanta fuerza el poder de la palabra, el poder del verbo, en el inicio la palabra fue logos. Dios crea el mundo con el poder de la palabra. “Hágase la luz”, dijo, y la luz se hizo. La palabra crea entidad y comienza a descubrirse, por tanto vuelvo atrás, hacia algunas décadas solamente que hemos desconocido el poder transformador del lenguaje, de la palabra, que cuando yo hablo no solamente describo lo que existe, sino que porque hablo hago que ciertas cosas pasen, transformo; cambio.


El primer filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein, nos dice: “todo lenguaje es una forma de vida, aprender un lenguaje es aprender a vivir”. Poco tiempo después, una década después un filósofo nacido de Oxford, Austin nos dice: “la palabra es acción, yo con la palabra intervengo, modifico el curso de los acontecimientos, hago que pase lo que no me ha pasado, si yo no hubiera hablado”. Austin muere el año 62, y antes de morir, una periodista le pregunta: “Usted está diciendo que la palabra es acción ¿qué importancia tiene eso?”, él le responde: “¿importancia? yo creo que ninguna”. Pero, ustedes pueden haberse dado cuenta que sólo ahora estamos reconociendo la importancia de ese descubrimiento y estamos reconociendo cómo dimensiones fundamentales de la vida humana son entendibles por el poder transformador de la palabra. Pero, aquello, en lo que yo estoy comprometido no es la Filosofía del Lenguaje, el tema de la Filosofía del Lenguaje tenía como sujeto, como objeto fundamental el análisis del lenguaje, yo me defino por un espacio que he llamado el espacio de la Ontología del Lenguaje, donde los aportes que los filósofos del lenguaje han hecho junto con muchas otra gente, pensamos que dan claves fundamentales para entender cómo somos los seres humanos, y, responder en forma diferente a la pregunta, que nos define como esa forma particular de ser que nos caracteriza y decimos muchas cosas y decimos incluso la respuesta del lenguaje es insuficiente, porque el lenguaje siempre se da acompañado, siempre se da como parte de un binomio más amplio; más rico, las conversaciones.


Cada vez que hablamos, entramos en conversaciones. El lenguaje es un ingrediente fundamental de toda conversación, pero no se da solo, se da siempre con otros ingredientes fundamentales que están presentes. En toda conversación planteamos hay tres ingredientes fundamentales, de hecho hay muchos más, pero el resto deriva, proviene de los tres que indico ahora: el lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad. Se dan cuenta que estamos rescatando los muertos del programa metafísico: el lenguaje, la emocionalidad, la corporalidad, los elementos despreciados por los metafísicos, por lo tanto hay que colocarlos de nuevo en el centro y así como la metafísica tenía tres pilares fundamentales; el ser, la verdad y la razón, la propuesta que llamamos ontológica, que busca ponerlo en cuestión, que busca inaugurar una ética de la convivencia, de la existencia humana distinta dice: a los tres pilares de la metafísica, oponemos otros tres pilares. Al ser, oponemos el devenir, y, del devenir rescatamos la importancia de la acción, de la transformación, del cambio. A la verdad, oponemos la noción de observador, somos observadores distintos, ninguno es poseedor de la verdad, sólo tenemos interpretaciones de acuerdo al tipo de observador que somos y la pregunta frente a las interpretaciones no es cuál es la verdadera, sino cuál es la que nos permite vivir mejor, ser más efectivo, tener vidas más satisfactorias, establecer modalidades de convivencias más armónicas. Y a la razón, oponemos el lenguaje y de ahí emerge la noción de conversación. Y decimos si queremos entender como los seres humanos somos, preguntémonos por la forma como conversamos, nuestras conversaciones nos constituyen, somos nuestras conversaciones, yo soy y tengo la vida que tengo de acuerdo a como converso con los demás y como converso conmigo mismo, mi forma particular de ser, lo que llamo mi alma, cada uno tiene una forma particular de ser y, por tanto, en particular un alma, que está constituida de manera fundamental por nuestras conversaciones.


Nuestras conversaciones determinan lo que es posible para cada uno y lo que no es posible. Nuestras conversaciones determinan los niveles de efectividad y de inefectividad que alcanzamos en la vida. Nuestras conversaciones definen nuestras alegrías y nuestros sufrimientos, porque la alegría y el sufrimiento son fenómenos conversacionales. Sufrimos en función de lo que esperamos, de las expectativas que tenemos, de las imágenes que tenemos con respecto a cómo complacer el futuro y aquí aparece el lenguaje como un ingrediente fundamental y, por tanto, comenzamos a descubrir la nueva visión del ser humano.


Pero, yo quiero rescatar algo que no es suficientemente apreciado, éste no es un cambio como se dijo, a nivel de la teoría, éste no es un cambio a nivel de los conceptos, éste es un cambio a nivel de la ética, de las modalidades de relacionarnos con los demás y lo digo porque muchas veces las distinciones ontológicas se las utiliza en espacios metafísicos, en espacios impositivos, en espacios abusivos, carentes de respeto, mientras allí estén las estamos distorsionando, los estamos contaminando, estamos perdiendo lo más importante que ellas tienen, ellas inauguran un espacio ético diferente y los restantes espacios es el respeto, el respeto del otro como ser diferente, legítimo y en las distinciones no nos confundan, este espacio se define por su ética no por otra cosa.


Estamos en los umbrales de una nueva concepción de lo que significa el ser humano y yo creo que la concepción del ser humano es lo más importante que podemos establecer, porque a partir de ella definimos todo el resto, a partir de una determinada concepción del ser humano hacemos ciertas cosas, miramos el mundo de una cierta forma, miramos a los demás de una cierta forma, emprendemos proyectos distintos, damos respuestas a todo el resto de forma tributaria a la forma como nos concebimos, como somos, ya no hay algo más importante que indagar en la noción del ser humano que nos anima, que nos da sustento en todo lo que hacemos, por eso que esto es una transformación de una profundidad inmensa, que está dando sus primeros pasos, que lleva ya más de 100 años dando algunos pasos importantes, que no está terminada, que está inconclusa, que no está completa, que seguirá dando pasos, y donde como insisto lo fundamental es reconocer tanto el poder transformador generativo de la palabra y el lenguaje como de las conversaciones.


Como he dicho, los seres humanos tenemos algo en particular estamos en la vida no solamente para revelar cómo somos, para ser de acuerdo a un ser predeterminado con el que nacimos en el nacimiento, estamos aquí para encontrarnos, estamos en esta tierra con la gran responsabilidad de estar permanentemente diseñándonos, inventándonos, incluso cuando negamos la posibilidad de hacerlo, no tenemos alternativa. Hemos dicho la palabra transforma, la palabra genera, el lenguaje tiene una fuerza transformadora fundamental, que transforma ¿qué hacemos con el lenguaje?. Con el lenguaje construimos relaciones con los demás, no hay relación con otros que no requiera del lenguaje y no digo solamente de la oralidad, porque el lenguaje ocurre de múltiples otras formas, con el lenguaje yo logro establecer compromisos, acuerdos y, porque establezco compromisos y acuerdos con otros, logramos hacer juntos lo que ninguno podría hacer por cuenta propia o individualmente. El lenguaje nos ha convocado, yo estoy aquí porque alguien, dos personas, me hicieron una invitación y me trajeron, ustedes están aquí porque también hubo personas que los invitaron o porque algunos hicieron de invitadores. El lenguaje genera posibilidades, toda posibilidad surge de conversaciones, las posibilidades no están en el mundo exterior dando vueltas, las crean, las constituyen nuestras conversaciones y cuando me desespero porque siento que algo no es posible, sé que puedo abrir conversaciones que puedo tener el poder de demostrar posibilidades que no tenía.


Para los seres humanos lo que es posible resulta de lo que conversamos, con otros y con nosotros. Las conversaciones, el lenguaje genera mundos, construimos el mundo con nuestras conversaciones, decimos hágase una escuela y hacemos escuela, hágase una cátedra y hacemos una cátedra, hágase una empresa, hágase un país, y el país se hizo, y la escuela se hizo y la cátedra se hizo, con el lenguaje construimos el futuro, nos imaginamos lo que es posible, y orientamos las acciones hacia el logro de lo que hemos imaginado, nos permitimos leer fantasías, sueños, con el lenguaje estamos permanentemente construyendo los futuros distintos, pero con el lenguaje también construimos nuestras identidades. La mayoría de ustedes no me había visto, alguno posiblemente había leído mi libro y a partir de eso tenían alguna impresión quizás de cómo yo era, y ahora que me están viendo, me están viendo no solamente como escribo sino que me están mirando con una emocionalidad distinta, con mi corporalidad entera, y yo sé que mientras estoy hablando me estoy constituyendo ante ustedes en un ser que posiblemente antes no era y cada vez que uno de ustedes habla se constituye de una forma particular ante los demás y ante ustedes mismos. Nuestras conversaciones, lo que decimos habla de nosotros mismos, habla de muchas cosas, pero siempre, inevitablemente habla de nosotros mismos y escuchando a alguien empezamos a tener una idea de cómo esa persona es, creemos que no hay nada más importante para entender el género humano que el lenguaje de las conversaciones, creemos en el acto, el logos, el lenguaje estatuido a un lugar central para entender el mundo que observamos, que es un mundo siempre visto a través del lenguaje, es un mundo que lo vemos con el tamiz de las palabras que tenemos para dar sentido. Las palabras que usamos nos hacen ver mundos distintos, yo sin ciertas palabras hay cosas que no puedo ver, las palabras que aprendo me cambian el mundo, y no solamente las palabras, ese mundo que yo veo.


Todo ser humano cuando se para frente a él y lo observa, no solamente lo ve con el tamiz de sus palabras, de sus distinciones, también tomamos partido frente a ese mundo, si nos gusta o no nos gusta, es feo, es bello, es aburrido, es entretenido, vemos a alguien y le decimos es incompetente, es competente, es alegre, es triste, hacemos juicios sobre ese mundo y de acuerdo a los juicios que hacemos también vamos conformando mundos diferentes.


No hay un mundo, hay tantos mundos como seres humanos existen, porque cada ser humano tiene su diferencia, tiene su plena legitimidad, su autonomía, emite juicios sobre lo que observa diferente, constituimos mundos con las narrativas que tenemos, los seres humanos somos muy especiales, nos gusta contar cuentos, nos encanta escuchar cuentos. Yo les estoy contando un cuento, sólo un cuento, no es más que un cuento, no les estoy entregando la verdad, es esto simplemente un cuento. No solamente nos gusta contar cuentos, escuchar cuentos, muchas veces creemos los cuentos que contamos y vivimos de acuerdo a ellos, los cuentos nos constituyen.


Toda nuestra vida, nuestra existencia está plagada por el poder de las conversaciones, por el poder del lenguaje, por la emocionalidad que expresamos en esas conversaciones, porque yo podría estar hablando las mismas palabras con una emocionalidad muy distinta, estaríamos pensando cosas distintas, con una corporalidad muy distinta, estaríamos percibiendo cosas muy diferentes.


Se está inaugurando un cambio fundamental en el paradigma más importante que anima al ser humano que es la posesión que tenemos sobre nosotros mismos y que a veces no nos damos cuenta del cambio, de lo que se está viendo, de las nuevas aguas que se están abriendo, de la posibilidad de cruzar un continente diferente.


¿La enseñanza, la pedagogía que puede obtener de esto?, ¿le dice algo?. En la práctica del maestro hay algo de lo que hemos dicho que le pueda ser importante, ¿qué hace el maestro?, el maestro enseña; qué significa enseñar, una sola cosa producir aprendizaje, quien enseña y no produce aprendizaje no enseña, la enseñanza se valida del aprendizaje que produce, el maestro es un artífice, el que produce aprendizaje. Y ¿qué es el aprendizaje? es producir la transformación del alumno, transformar el sentido con el que éste mira el mundo, transformar su forma de intervenir con efectividad en ese mundo y poder hacer cosas que no podía hacer antes y cómo lleva a cabo el maestro esa transformación, simple y llanamente, a través del poder de sus conversaciones.


La práctica docente es una práctica conversacional, y no hay otra que nos exhiba de manera más patente la capacidad de lenguaje de las conversaciones para transformarnos, para que ese alumno que llega a nuestra aula, salga siendo diferente, salga con un futuro distinto, salga abriendo posibilidades que no veía antes, salga pudiendo ver y hacer lo que originalmente le estaba negado.


El maestro es un artífice de la transformación de seres humanos al poder, a partir del poder mágico de su palabra, de sus conversaciones, expresamos cuando enseñamos, no hacemos más que esto, y por tanto es muy central preguntarse, qué tengo que hacer para que mi palabra tenga el mayor poder transformador, vale decir genere la mayor capacidad de aprendizaje, cómo debo hacerlo, de qué forma debo diseñar lo que digo y las conversaciones que hago, para que esos seres que están allí esperando ver posibilidades distintas, efectivamente accedan a ellas, cómo hacerlo.


He notado al llegar a Chile, que el tema de evaluaciones y de los logros está planteado con una fuerza inaudita, yo no la había visto nunca planteado con tanta urgencia, con tanta fuerza, con tanta prioridad como lo observo ahora. Se habla de las escuelas efectivas, se habla de las aulas efectivas. Sin embargo, no se habla de las conversaciones efectivas, y es en ellas donde está el secreto. Por lo tanto, los docentes deberían preocuparse en como enseñarles a diseñar esas conversaciones a sus alumnos, como garantizar que lo que dice sea efectivamente escuchado por el que escucha. La escucha efectiva no es otra cosa que permitir que la palabra del otro me transforme. Si yo escuchara las conversaciones como posesiones tomadas podría oír lo que se me dice, pero no escucho, la escucha es el secreto del aprendizaje. Cómo debo hablar por tanto para que mi palabra no solamente genere aprendizaje, genere la condición del aprendizaje que es la escucha en mis alumnos, de qué forma debo hablarles, cómo debo hacerlo para que escuchen bien lo que se le ha dicho, el secreto del escucha está en la posibilidad que yo hablo para que la palabra del otro me transforme, yo no sé qué han escuchado ustedes, sólo espero que algunos a partir de lo que estamos diciendo vean cosas que no habían visto antes y que esta presentación pueda ser un punto de inicio de crecer con respecto a la manera cómo hacer las cosas, cómo enseñar y no solamente cómo enseñar, si no cómo convivir con los demás.


Uno de los talleres de los que recuerdo en Venezuela, hace algunos años, al día siguiente de un día muy intenso, le preguntamos a la gente, cuéntenos qué pasó el día de ayer, qué experiencias quedaron, era con el Banco Central de Venezuela y un gerente presenta una historia curiosa: “yo llegué a la casa anoche, y al llegar mi hijo, que tiene cinco años, salió a la puerta y me dijo: ¿por qué llegas tan tarde? porque hoy día a diferencia de los demás días, tuve un taller que duró hasta un poco más tarde y es importante que yo asista a este tipo de cosas, porque aprendo cosas nuevas. Y –me dijo– papá ¿qué aprendiste? ¿qué te enseñaron?. Le respondí: yo creo que una de las cosas importantes que me enseñaron fue a escuchar mejor, y él me dice: ¡qué bueno papá! porque sabes que tú me escuchas bien poco.” Tú me escuchas bien poco, qué quiere decir el niño, quiere decir que tú no oyes lo que te digo. El sabe que el padre no lo escucha. Lo que le está diciendo es: nada de lo que yo diga te cambia, mi palabra no te toca, eres refractario a mi voz. Cuando la pareja dice al otro, él no me escucha, ella o él, sí te escucho, ¡quieres qué te diga lo que me dijiste!, solamente muestra que oyó.


Saben ustedes cuál es el poder transformador del lenguaje, de la palabra, que cuando yo hablo no solamente describo lo que existe, sino que porque hablo hago que ciertas cosas pasen, transformo; cambio.


Nosotros trabajamos mucho con equipos de alto desempeño, es uno de los trabajos nuestros en empresa, trabajar con equipos de alto desempeño y un equipo de alto desempeño es un equipo que tiene capacidad de escuchar, de auto escucha, donde lo que unos dicen cambia a los demás, lo que los demás dicen cambia al resto, y se produce una sinergia tal que terminamos todos en un lugar donde nadie es estrictamente responsable, descubriendo cosas nuevas, cuándo nos preguntamos quién fue que nos llevó allí, no podemos sino responder, fue Fuenteovejuna, fue la dinámica que produjimos que permitió que nos escucháramos y nos transformáramos con las cosas que cada uno iba diciendo ¿y saben ustedes en qué me baso?. En una investigación hecha por un gran amigo mío, en los Estados Unidos, un chileno Marcel Losada, ¿saben ustedes cuál es el tejido importante en ese espacio emocional?, la tasa que existe entre la positividad y la negatividad en las conversaciones, y ¿saben cuál es la tasa mágica que produce la mayor capacidad de transformación?, ¿cómo tiene que estar la positividad en la conversación versus la negatividad en la conversación? ¿cuáles son las porciones de positividad y negatividad? ¿1 a 1? no, ¿2 a 1? no, ¿3 a 1? no, ¿5 a 1?; 5 a 1 es la tasa de positividad versus negatividad que muestran los equipos de alto desempeño. Y tienen negatividad, porque sin negatividad no hay cambio, no hay mejoramiento, pero hay cinco de positividad: de retroalimentación positiva, de celebración, de decir: ¡Esto estuvo bien!. Gracias por esto. Bravo por ésto. ¡Qué bien lo hiciste!; y aquí te falta mejorar un poco, 5 a 1 es la tasa mágica.


Yo no tengo datos empíricos, pero si sitúo la pregunta en el campo de la enseñanza, de la práctica docente, les advierto que no me extrañaría que si me dicen selecciona a los buenos maestros y descubre cuál es la clave de su eficiencia, me encontrara que la clave no está en los medios, en los recursos, en los conocimientos, sino que está en la tasa de positividad versus negatividad, ese es el secreto de la transformación, eso genera escucha, y, el escucha, transformación.


Yo tengo el lujo de estarle hablando a un porcentaje muy grande de maestros en lenguaje, de maestros que enseñan lenguaje y donde yo creo que lo que estamos hablando puede significarles preguntas nuevas, porque muchas veces hemos concebido, y yo sé que muchos de ustedes están más allá de eso, pero que enseñar el lenguaje es fundamentalmente enseñar un idioma, o enseñar a leer y enseñar a escribir. Nosotros decimos enseñar el lenguaje es algo mucho más profundo, mágico, sagrado, es entregar la verdad mágica, es enseñar una forma de vida, es enseñar una modalidad de convivencia, es enseñar que tras cualquier idioma no importa cuál sea éste, todo idioma reconoce una estructura genérica fundamental que sigan todos, que no basta con enseñar la palabra sí o la palabra no, que algunos conocen la palabra, pero viven toda su vida con la incompetencia de no poder decirla, quiero tratar de enseñar cómo se conjuga el verbo poder que lo sé conjugar, pero hay quienes van toda la vida sin atreverse a pedir, o a ofrecer, o a prometer. Por tanto, lo que importa tras el lenguaje no es la gramática solamente, que es muy importante; el vocabulario únicamente, que es muy importante; sino que el lenguaje nos enseñe a una forma de operar en la vida, que además de ser el verbo pedir, hay que enseñar las acciones del verbo y quien no sabe decir que no, quien no sabe pedir, viven de acuerdo a la incompetencia que lo caracteriza, esa incompetencia sobre ti –como nos decía Heráclito– tendrán la vida del que no sabe, del que no sabe pedir, del que no puede ofrecer, es enseñar las emociones que acompañan las acciones fundamentales en la vida, que todo lenguaje es una forma de vida y eso es lo que estamos enseñando y para enseñar eso, el lenguaje tenemos que colocarlo en aquella base crítica de la que hemos estado hablando, que no podemos disociarnos de ella, que hay mucho más que la enseñanza de un idioma, que está en la tasa de positividad versus negatividad, ese es el secreto de la transformación, eso genera escucha, y, el escucha, transformación.


Hay que ir mucho más allá por menos importante que ella sea, hay que acceder a esa estructura subyacente que en todo idioma podemos reconocer y que es válida para todo ser humano, no importa el idioma que hable.


El maestro es la persona que tiene la posibilidad de garantizar esos cambios, quizás sólo los promete, ningún otro ser humano en esta vida puede prometerlo. Yo les pregunto a ustedes como una reflexión de lo que estamos hablando, estamos conversando, piensen en aquellos maestros que marcaron sus vidas, que sin ellos ustedes hoy día no serían quienes son. Somos la obra de nuestros maestros, de aquel que quiso crear un sueño, era su sueño y que lo hicimos nuestro, que notó que había otra forma de mirar las cosas, quiso creer en un futuro distinto y en nosotros mismos. Y aquellos maestros que marcaron nuestras vidas, no fueron los que sabían más, no fueron los que seguían los textos, no eran siquiera los más articulados, eran aquellos que tuvieron aquella llave que nos permitió escucharlos de una forma que nos transformó, que nos hizo devenir en un ser distinto y los hemos tenido todos, todos recordamos aquellos maestros que son parte de quienes hoy día somos, y el sueño de un maestro, es justamente eso, el ser, el poderse encargar de los futuros de sus alumnos, de sus nuevas identidades, el saber que hicimos una diferencia, marcamos una huella, dejamos un rastro que hoy día esa gente que va allí lleva las impronta de esas conversaciones que tuvimos en el aula y fuera de ella, y cuando yo trato de buscar una imagen, una experiencia que como ninguna otra me dé justamente esa imagen del maestro que creo que tenemos que procurar reproducir, me encuentro con un cuento, con una experiencia concreta de un niño, de un niño que vive en Argel, en la primera mitad del siglo XX, hijo de un padre que muere cuando él tenía un año, que tiene como madre a una mujer que prácticamente no hablaba, era analfabeta, que se dedicaba al aseo de otras casas, que vive con la madre y con su abuela, impositiva, una abuela dura, castigadora, que no estaba interesada mayormente en escucharlo. Que cuando el niño jugaba con su pandilla, en la calle con una pelota, que armaba la pichanga decimos en Chile, fútbol, que va a una escuela y que en esa escuela se encuentra con un maestro que descubre que ese niño tiene un potencial, tiene la posibilidad, la sensibilidad especial, que es un niño posible de despertar, que es un niño que lo escucha, que se encanta con lo que él dice, que lo sigue en los cuentos que él le narra, que es un niño que puede llegar a ser alguien, que sin duda lo es, y le insiste que postule para una beca para ir a Francia, y estudiar en una buena escuela, porque tiene las habilidades y él está dispuesto a respaldarlo, y él dice sí, pero en mi casa quieren que yo trabaje, mi madre espera que yo cuando termine esta escuela, la primaria, busque trabajo porque somos pobres, le dice, déjame ir a tu casa a hablar con tu abuela y hablar con tu madre y va y las convence y aceptan ellas que ese niño vaya a París y que estudie en la Escuela Normal, la gran escuela, una buena escuela, desarrolladora de talentos, ese niño, es un niño que vivía en la pobreza más absoluta, en un país pobre, en un barrio pobre, de padres pobres, en escuelas pobres. Recibe el Premio Nobel el año 57 y hace una de las contribuciones más importantes de la primera mitad del siglo XX y, luego de la emoción del premio, pocos días después, escribe una carta a su profesor, al Sr. Germain y le dice:


“Querido Sr. Germain, esperé que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos los días antes de hablarle de todo corazón, he recibido un honor demasiado grande, que no he buscado, ni he pedido, pero cuando supe la noticia pensé, primero, en mi madre y después en usted, sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que calló, sin su enseñanza y su ejemplo no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo, pero ofrece, por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí y de corroborarle que sus esfuerzos y su trabajo y el corazón generoso que puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que pese a los años no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con toda mis fuerzas, Albert Camus.”2


Hoy día todos alabamos la obra de Camus, pero no alabamos el reconocimiento de Camus, que fue la obra de su maestro, del profesor: Sr. Germain.


Muchas gracias.

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Presentar ese mismo comentario enriquecido en un pliego de papel periódico para analizarlo en clases. Martes 10 de junio.